Acapulco, una ciudad costera del estado de Guerrero, fue golpeada por el huracán Otis el 24 de octubre de 2023. Otis, un huracán de categoría 5, alcanzó vientos de hasta 260 km/h, devastando la región en pocas horas. La falta de tiempo para prepararse agravó el impacto, dejando a la ciudad con destrucción masiva: el 80% de sus hoteles y edificios sufrieron daños graves, y la infraestructura pública, incluyendo hospitales, escuelas y redes eléctricas, fue severamente afectada. La tormenta provocó deslaves y el colapso de carreteras, impidiendo el acceso a muchas áreas, lo que complicó las labores de rescate y asistencia. Además, el huracán dejó a miles de personas sin hogar y provocó cortes prolongados de agua potable y electricidad.
El huracán Otis también afectó la economía local, ya que Acapulco depende en gran medida del turismo. La falta de acceso a servicios básicos como agua potable y energía, junto con la destrucción de infraestructura turística, ha causado un retroceso significativo en el bienestar y las actividades comerciales de la región.
Existen lugares como Acapulco que enfrentan graves problemas debido a la llegada de fenómenos naturales devastadores. Entre las causas se encuentran la construcción de viviendas sin planificación adecuada, muchas de ellas en zonas vulnerables, así como la deforestación y degradación del suelo, que disminuyen la capacidad de la tierra para retener agua y agravan el impacto de las tormentas.
La geografía se encarga, entre otras cosas, del estudio de estos desastres naturales para comprender los fenómenos atmosféricos, las interacciones espaciales y el impacto en la sociedad y el medio ambiente. Comprender los diversos factores que contribuyen a un desastre es crucial para desarrollar estrategias de prevención, mitigación y respuestas más efectivas.
Acapulco, Guerrero — En octubre de 2023, el emblemático puerto de Acapulco enfrentó uno de los desastres naturales más devastadores de su historia reciente: el Huracán Otis. Catalogado como un huracán de categoría 5, Otis azotó las costas guerrerenses con vientos superiores a 260 km/h, dejando a su paso una estela de destrucción que afectó gravemente la economía, la educación y a las poblaciones más vulnerables de la región.
La economía de Acapulco, profundamente arraigada en el turismo, sufrió pérdidas millonarias. Hoteles, restaurantes y comercios fueron destruidos o dañados severamente, afectando los ingresos de miles de familias que dependen de este sector. Las infraestructuras clave, como carreteras y puentes, quedaron intransitables, complicando el suministro de bienes y servicios esenciales.
Los pescadores y agricultores locales también se vieron gravemente afectados. Las embarcaciones pesqueras fueron arrastradas por la marea alta, y las cosechas se perdieron debido a las inundaciones, exacerbando la inseguridad alimentaria en la región.
El sistema educativo no fue ajeno a la catástrofe. Más de un centenar de escuelas resultaron dañadas, dejando a miles de estudiantes sin un lugar seguro para continuar sus estudios. La pérdida de materiales educativos y la interrupción del ciclo escolar amenazan con incrementar la brecha educativa en una zona ya vulnerable.
Las comunidades de bajos recursos, asentadas en zonas de riesgo, fueron las más perjudicadas. Viviendas precarias construidas con materiales endebles no resistieron la furia del huracán, dejando a cientos de familias sin hogar. La falta de acceso a servicios básicos como agua potable, saneamiento y electricidad agravó la situación, aumentando el riesgo de enfermedades y generando una crisis humanitaria.
En la madrugada del 25 de octubre de 2023, Acapulco, la joya del Pacífico mexicano, despertó al rugido implacable del huracán Otis. En cuestión de horas, este coloso meteorológico ascendió de tormenta tropical a un huracán de categoría 5, desatando su furia sobre la ciudad con vientos que superaron los 270 km/h.
Las olas, encrespadas y voraces, engulleron el malecón, mientras los hoteles que alguna vez brillaron con lujo y esplendor se convirtieron en escombros. El emblemático Hotel Princess, símbolo de la opulencia acapulqueña, quedó reducido a una estructura desfigurada, testimonio mudo de la devastación.
En las colonias populares, donde las casas de lámina y madera apenas resistían el embate, las familias se aferraban a la esperanza. María, madre de tres hijos, narró cómo su hogar fue arrasado por la tormenta: "Todo se lo llevó el viento; apenas logramos salir con vida". La comunidad, unida en su dolor, buscaba entre los escombros algún vestigio de normalidad.
La economía local, sustentada en el turismo, sufrió un golpe letal. Los pequeños comercios, que dependían del flujo constante de visitantes, quedaron en ruinas. La Alianza Nacional de Pequeños Comerciantes reportó pérdidas superiores a 390 millones de pesos, mientras los mercados se vaciaban y el desabasto se hacía palpable.
La educación también fue víctima de Otis. Más de 214,000 estudiantes vieron interrumpidas sus clases debido a la destrucción de escuelas. Aulas convertidas en escombros y materiales didácticos esparcidos por doquier reflejaban un futuro incierto para la niñez acapulqueña.
En medio del caos, surgieron actos de desesperación. Los saqueos se multiplicaron, con multitudes irrumpiendo en tiendas en busca de alimentos y agua. Sin embargo, es esencial comprender que, para muchos, estas acciones fueron impulsadas por la necesidad imperiosa de sobrevivir en un entorno donde la ayuda tardaba en llegar.
La respuesta gubernamental, aunque presente, enfrentó críticas por su lentitud. La población, resiliente y solidaria, se organizó para limpiar calles, repartir víveres y reconstruir lo perdido. La tragedia unió a los acapulqueños en una lucha común por recuperar su ciudad.
Otis dejó cicatrices profundas en Acapulco, pero también reveló la fortaleza de su gente. La reconstrucción será larga y ardua, pero la determinación de sus habitantes promete devolver el brillo a esta perla del Pacífico.