Una de las evidencias más interesantes de los primeros pobladores del actual territorio mexicano son sus propios restos óseos. Estos testimonios directos de hombres y mujeres revelan mucha información de sus modos de vida, carácter social, tipo de alimentación, y hasta información íntima y personal, por ejemplo, si habían sufrido algún accidente o, en el caso de las mujeres, si habían tenido hijos.
Las evidencias humanas en el territorio de lo que hoy es México
Muchos de estos restos óseos fueron hallados accidentalmente, están fragmentados, carecen de datos y registros de excavaciones. Además, pocos tienen artefactos líticos (herramientas u otros objetos hechos de piedra) asociados, lo que limita la reconstrucción de su modo de vida, especialmente aquellos individuos que se descubrieron hace muchos años, como el hombre de Tepexpan.
Cada día hay más hallazgos de restos óseos humanos de los primeros pobladores de México, y parecería que se trata de una carrera por identificar cuál es la evidencia humana más antigua; pero, además de la antigüedad, su importancia radica en que son testimonios que permiten reconstruir algunas de sus características y así entender parte de su vida social y cotidiana. Esto, además, ayuda a comprender por qué los habitantes del México actual han cambiado tanto desde entonces.
Muchos de los primeros hallazgos fósiles en el país tenían registros de fechas poco confiables porque las técnicas de datación (fechas de origen) no estaban desarrolladas como hoy, por lo que, con el tiempo, algunos de estos fósiles se han vuelco a datar con técnicas modernas y se han corregido sus edades.
Uno de los primeros sitios donde se hallaron evidencias óseas de la prehistoria mexicana fue el Peñón de los Baños, muy cerca de donde está hoy el Aeropuerto Internacional Benito Juárez. En el lugar se han encontrado otros restos de humanos y animales de diferentes épocas, lo que lo convierte en uno de los sitios más importantes de la prehistoria en la cuenca de México. A la fecha, se han reportado cinco individuos adultos procedentes de ese lugar.
En 1881 se encontraron los primeros restos humanos del lugar y se les denominó "Hombre del Peñón I". Posteriormente, en 1957 se localizaron algunos huesos largos, falanges y una mandíbula a una profundidad de tres metros; a este hallazgo se le llamó "Hombre del Peñón II".
Dos años después, en 1959, se encontrarían los restos óseos más antiguos del Peñón y, hasta ese momento, los de mayor antigüedad en México: la "Mujer del Peñón III" datada de manera directa con unos 12,700 años de existencia. Al momento de morir, esta mujer tenía entre 25 y 30, y medía cerca de 1.5 metros. En 1962 se recupera el "Hombre del Peñón N", de quien se sabe era un individuo adulto. Finalmente, en 1982 se descubren los restos óseos del que se llamaría "Hombre del Peñón V".
En 1968 fue encontrado el "Hombre de Balderas" durante las excavaciones del Metro de la Ciudad de México. La evidencia correspondía a un cráneo humano masculino y tuvo una datación indirecta de 10,500 años de antigüedad, estimada a través de sedimentos (capas de tierra) provenientes de una erupción del Nevado de Toluca.
Este año también fueron hallados en el cerro de Tlapacoya, Ixtapaluca, Estado de México, dos cráneos incompletos; uno de ellos, conocido como el "Hombre de Tlapacoya", con una edad a su muerte de 30 a 35 años, que fue fechado directamente y se obtuvo una datación de 10,200 años.
En 1984 se encontró el "Hombre de Chimalhuacán", en el Estado de México. Se trataba de un esqueleto que hasta entonces era de los más completos, cuya temporalidad también fue determinada de manera indirecta, a partir de los sedimentos: una antigüedad de 10,500 años. Finalmente, el caso de la "Mujer de Tláhuac" se remonta a 1966, cuando estos restos óseos fueron localizados en Tláhuac, Ciudad de México. Los únicos datos que se tenían del contexto de procedencia es que estaban localizados a una profundidad de 1.45 metros, muy cercanos a los restos de un mamut. Décadas después, en 2013, estas evidencias se entregaron a la UNAM, donde se realizaron dataciones absolutas por medio de radiocarbono; se obtuvo una antigüedad de 9,400 años y una edad estimada al momento de su muerte de entre 19 a 24 años.
Restos de la "Mujer del Peñón"
Los restos óseos hallados en los últimos años cuentan con información de dónde provienen y registros muy detallados del contexto en el que se recuperaron, lo que brinda una comprensión mucho más amplia de la vida de esas personas, como el caso de Naia, el esqueleto de una joven hallado en Quintana Roo, del cual reconstruyeron los detalles de su vida y muerte, gracias a la información, el registro y la interpretación de todos los datos asociados a los restos óseos, lo que permite conocer más aspectos de vida de las mujeres de la prehistoria que habitaron en el territorio que hoy ocupa México.